El sillazo de la independencia

19/12/2010 por

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El sillazo de la independencia

Rafael Fernández se opuso a la declaración de soberanía de Asturias en 1937, lo que produjo un intento de agresión en el Consejo Interprovincial

Rafael Fernández, en su etapa en el Consejo Soberano de Asturias.

Rafael Fernández, en su etapa en el Consejo Soberano de Asturias.

Gijón, J. MORÁN

Un sillazo que casi le parte la cabeza. Ésa fue la situación padecida por Rafael Fernández Álvarez (1913-2010) en la tarde del día 24 de agosto de 1937, cuando aquel joven político de 23 años se opuso durante una tensa reunión a que Asturias se segregara, o independizara, de la II República y se constituyera en Consejo Soberano.

El propio implicado rememoró aquel suceso en 1983, en el libro-entrevista publicado por el periodista Juan de Lillo («Rafael Fernández, testigo de Asturias»). La reunión se celebraba en la «Casa Blanca», el edificio de la plaza gijonesa del Instituto que era sede del Consejo Interprovincial de Asturias y León. «En el despacho de Belarmino Tomás se planteó abierta y crudamente nuestro estado de aislamiento, la imposibilidad de conectar con el Gobierno central y, como consecuencia, la necesidad de arbitrar una fórmula legal que nos permitiera tomar decisiones».

Aquella reunión «fue la más tensa de todas cuantas celebró la institución regional y en plena discusión, uno de mis oponentes se levantó enarbolando una silla, que me hubiera roto encima si no hubieran mediado algunos de los asistentes». Rafael Fernández negó que el agresor hubiera sido el socialista Amador Fernández, y Juan Ambou, consejero de Instrucción Pública del Consejo Interprovincial, manifestó años después que había sido el anarquista Segundo Blanco.

Rafael Fernández sostenía que «la declaración de soberanía era una salida políticamente peligrosa; el nacimiento de un cantón en Asturias hubiera sido inadmisible ante el exterior, porque habría significado la ruptura con el Estado y quedar al margen de toda legalidad constitucional y del apoyo internacional».

Unas horas después del suceso del sillazo, el Consejo emite el decreto de declaración de soberanía, a las 12 de la noche de aquel 24 de agosto, mientras las tropas nacionales avanzaban imparables hacia Asturias. La región rompía su dependencia del Gobierno de la República, emplazado entonces en Valencia. Aquella segregación se producía poco menos de dos meses antes de la caída a del frente Norte, que iba a sobrevenir el 21 de octubre de 1937, con la entrada en Gijón de las Brigadas Navarras. Era la percepción por parte de las autoridades frentepopulistas asturianas de que las tropas de Franco aceleraban su presión sobre el Principado -para liquidar ese frente antes del invierno- lo que condujo al Consejo Interprovincial a convertirse en soberano.

Además de este temor al avance nacional, en las mismas horas en las que el Consejo adoptaba esta medida, Santander se tambaleaba ante las brigadas navarras e italianas y los dirigentes asturianos veían cómo la línea del frente iba a penetrar en breve por el oriente de la región. Santander cae el 26 de agosto. Y otro hecho histórico sucedía en esa misma jornada: dirigentes políticos y militares republicanos del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y mandos italianos del bando nacional firmaban el Pacto de Santoña, por el cual el ejército vasco, a espaldas del Gobierno republicano de Valencia, ofrecía su rendición.

La consiguiente soledad bélica de Asturias fue la que condujo al Consejo a emitir el decreto de soberanía, que en su razonamiento preliminar afirmaba: «Quien repase hechos históricos hallará la confirmación de que una ciudad sitiada asumió siempre la integridad de su responsabilidad». De este modo, «la dificultad, cuando no la imposibilidad, de consultar las decisiones con el supremo poder político del país y la inaplazable urgencia de resolver minuto por minuto», fueron las razones oficiales de la segregación.

La declaración de soberanía fue agitada por los periódicos «Avance» (socialista) y «CNT» (anarquista), pero iba a recibir furibundas críticas en el seno del propio Consejo. Se oponen a esta medida los comunistas, una parte de la Unión General de Trabajadores (UGT) y las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), mientras que los anarquistas respaldan aquella idea socialista, concebida por Amador Fernández, respaldada por la Federación Socialista Asturiana (FSA) y por Belarmino Tomás, presidente del Consejo.

De hecho, tras la agitada deliberación en el seno del Consejo Interprovincial, formado por quince consejeros, el citado decreto recibirá cinco votos en contra: el de los comunistas Juan Ambou, Gonzalo López y Aquilino Fernández Roces, y el de los miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas JSU), Rafael Fernández y Luis Roca de Albornoz. Fernández argumentará que el presidente del Consejo y gobernador general de Asturias, Belarmino Tomás (su cuñado), podía asumir todas las atribuciones de mando, civiles y militares, sin recurrir a la fórmula soberanista.

Tras el decreto de soberanía se sucederán medidas internas extremas. La Consejería de Justicia y Orden Público -de la que era titular desde ese momento Rafael Fernández- militariza la población por el pánico al quintacolumnismo. Se impone el toque de queda a las 10 de la noche, se restringe la circulación de vehículos, se prohibe la tenencia de radios y se controlan propaganda, mítines y manifestaciones de cualquier colectivo. El Consejo Soberano también decide el 29 de agosto crear una prisión flotante en el puerto de El Musel, donde las agresiones aéreas nacionales contra la flota republicana allí amarrada eran continuas. El buque «Luis Caso de los Cobos» recibe 500 reclusos procedentes de la prisión de El Coto y de la Iglesiona.

http://www.lne.es/asturias/2010/12/19/sillazo-independencia/1009605.html

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